dissabte, 14 de novembre del 2009

Relojes

En mi vida he tenido muy pocos relojes. Apenas cuatro o cinco si contamos el de la primera comunión (que sí, que la hice!). Todos ellos muy sencillos. Ninguno bueno. Funcionales. Al menos los que funcionaban (porque no todos lo hacían).
Para ser alguien tan obsesionado con el tiempo como yo, resulta algo paradójico no haber tenido nunca una de esas maravillas de la precisión.
Siempre corriendo. Siempre tarde como el conejo con chistera de Alicia.
Realmente me preocupa ser esclavo del tiempo. Yo, que una vez pensé que sería siempre joven, incluso inmortal, llego a la triste conclusión de que no sólo soy tan caduco como pueda ser un yogurt, sino que también dependo de un reloj vital perfecto, que marca y marcará todas y cada una de mis horas.
Sólo espero que no adelante.